Aunque bien parece un guión sacado de una película de Hollywood, es una historia real cuyo personaje principal se vuelve más enigmático cuanta más información descubres. Una mujer que trabajó durante toda su vida como niñera (cabe descatar el cierto parecido a Mary Poppins) y que, como revelan los rollos de película en orden cronológico, después de dejar a los críos en el autobús camino al colegio, continuaba calle abajo hasta llegar al centro de la ciudad para comenzar con su rutina, fotografiar la naturaleza de desconocidos que transitaban las calles de una ciudad agitada y dinámica como lo fue Nueva York.
Pero aún hay más, mucho más, Vivian no sólo ocultó su obra, también mintió sobre su nombre, sobre su nacionalidad, su vida pasada y su familia. Una señora solitaria y, sin duda, particularmente especial que se tomaba su privacidad muy en serio, hasta el punto de exigir que las habitaciones donde se hospedaba tuvieran un cerrojo con llave para que nadie descubriera el inmenso tesoro que guardaba. Pero tras una vida en secreto, encerrada bajo llave, murió sin pensar que 4 años más tarde, su almacén abandonado sería vendido en una subasta y que al afortunado John Maloof se le plantaría delante de sus narices el trabajo que hoy mantiene, proteger y mostrar al mundo la fotografía que la propia Vivian Maier no hizo pública en vida.
Se trata de una de las fotógrafas más intrigantes del siglo XX, que tras más de 150.000 disparos de cámara, tan sólo imprimió un pequeño número de ellas de forma totalmente casera, dejando la mayoría en negativo y, por tanto, recordando únicamente el momento en el que las tuvo en el visor de su Rolleiflex y apretó el disparador.
Nada mejor que una selección de #selfies que la propia Vivian Maier utilizó para introducirse en la historia y que, aunque en secreto, contó tras la cámara todos los días de su enigmática e inquietante existencia.
Fuente: B-Side Magazine.