No hay nada lindo sobre Chernóbil.
Ha envenenado las mentes y los cuerpos de cientos de miles de personas y todavía sigue haciéndolo. Nadie puede detenerlo en su curso, solo el tiempo lo hará. Mientras la gente siga viviendo aquí, también lo hará Chernóbil.
Se está perpetuando envenenando el gen humano. ¿Cómo se supone que debemos combatirlo cuando se logra imponerse en la esencia misma del hombre y se ha convertido en parte de él? Corre por nuestras venas, este poderoso enemigo. Es tan peligroso desde el punto de vista médico, como lo es (si no más) para el alma humana.
Nos ha cambiado.
Pero Chernóbil no es una cosa del pasado, un mero episodio que tuvo lugar hace un cuarto de siglo. Vive y patea fuerte. No puede ser removido quirúrgicamente o expulsado de la cabeza. Sin restricciones, crea sus propias reglas, como si creara una nueva forma de vida. Es una anomalía. Y la gente siempre ha temido las anomalías.
Son los muertos vivientes en el armario de la humanidad. ¿Qué se supone que debemos hacer al respecto? No tenemos otra opción, pero aprendemos nuestra lección de lo que sucede, si la humanidad apunta demasiado alto y se mantiene humilde.
*Fuente: www.foto8.com