Capturó el París íntimo durante una Belle Époque nocturna en vías de extinción.
Su verdadero nombre era Gyula Halász y nació en 1899 en Brașov (al sureste de Transilvania) que hoy pertenece a Rumania. Por su lugar de origen obtuvo, eventualmente, el sobrenombre de Brassaï.
Este fotógrafo que trabajó en París desde 1924 hasta su muerte en 1984 pertenece a dos grupos peculiares: Primero, el de los más grandes artistas de la lente en la historia. Y segundo, el enigmático colectivo de fotógrafos húngaros del período de las entreguerras.
El por qué hubo tantos fotógrafos húngaros geniales en aquella época sigue siendo, al final del día, un gran misterio. Junto con Brassaï podemos contar a otros fotógrafos húngaros como Martín Muncácksi, Károly Escher, Zoltán Glass, Béla Kondor, László Moholy-Nagy, André Kertész… El propio Robert Capa (originalmente llamado Endre Ernö Friedmann y nacido en Budapest en 1913) dijo “Para ser un gran fotógrafo, primero y antes que nada, se necesita ser húngaro".
Brassaï estudió pintura en Budapest, se mudó a Berlín (1920) y luego fijó su residencia en París. Rápidamente se hizo amigo de personajes como Jacques Prévert, León Paul Fargue o Henry Miller.
Eventualmente fue un gran retratista de artistas como Picasso, Matisse, Miró, Giacometti, Dalí y escritores como Michaux o Genet. Sin embargo lo que lo volvió famosos fue su retrato del París nocturno: Un largo recorrido por los adoquines y serpenteantes aceras de la ciudad luz que deambula en los interiores de clubes, bares, burdeles entre nieblas y humedades.
En sus fotos se entrecruzan, como dijo Juan Manuel Bellever: “mendigos y aristócratas, canallas y prostitutas, héroes y villanos".
Brassaï tenía un modus operandi fotográfico peculiar. En las escenas exteriores, su tiempo de obturación solía ser la duración de un cigarrillo. En interiores, colocaba su cámara en trípode, abría el obturador y, a veces, disparaba un destello de luz.
Mientras Robert Doisneau capturaba el lado más ligero del París diurno en la posguerra, Brassaï deambulaba, en el período de las entreguerras, con su cámara capturando a las criaturas de la noche, con toda su belleza, intriga y enigmas.
Brassaï fue un testigo de aquella Belle Époque en extinción. Si Eugène Atget capturó el viejo París que se fue, Brassaï lo hizo de las callejuelas, el graffiti y las guaridas nocturnas.
Brassaï dijo que trabajó en “un tiempo, un lugar, un momento cuando una cierta fotografía es posible. Si uno falla, no puede recapturarla jamás.” Se trata de un gran recordatorio para todos los fotógrafos de esa posibilidad de retratar el Zeitgeist desde el aquí y ahora.
Las fotografías de Brassaï tienen esa recóndita cualidad de mostrar lo que debería ser sórdido como algo mágico. ¿Era el ojo de Brassaï o ese París los que dotaban de ensueño a esos ambientes nocturnos y convertían a clientes y prostitutas en amantes y cómplices? No lo sabemos: ni este fotógrafo, ni el París nocturno de finales de la década de los 20s están ya con nosotros. Solamente nos quedan las fascinantes imágenes de Brassaï y su Paris de nuit.
*Fuente: oscarenfotos.com
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